Cuando Eliseo enfermó con la enfermedad por la cual moriría, Joás, rey de Israel, vino a él y lloró sobre su rostro.
Eliseo le dijo al rey que tomara un arco y flechas, y poniendo sus manos sobre las del rey, lo orientó a lanzar la flecha hacia el oriente, hacia Aram, profetizándole victoria sobre los arameos de Afec.
También le pidió al rey tomar las flechas y golpear la tierra.
Como el rey golpeó solo tres veces y se detuvo, Eliseo se enojó con él, argumentando que de haber golpeado cinco o seis veces, habría herido a Aram hasta exterminarlo.
Y murió Eliseo y lo sepultaron.
En ese tiempo, los moabitas solían invadir la tierra de Israel. En una ocasión que llevaban un muerto a enterrar, al ver merodeadores acercarse, los hombres, asustados, tiraron el cadáver en la tumba de Eliseo. Al tocar los huesos de Eliseo, el muerto resucitó.
Aún después de muerto, este gran profeta de Dios continuó haciendo milagros.