“Nació Pelagia en Hoyo del Aire, del Municipio de Taretan; hizo sus estudios en un solo día, y recibió su título de enfermera en el mismo instante en que la contrataron como criada del hospital. Le encasquetaron un gorro blanco, la metieron dentro de un mandil que le arrastraba, y la plantaron en medio de un pabellón de aislados, sin inquirir si debajo de la toca había una cabeza, y si ésta tenía sesos, o era una sonaja rellena con piedrecitas del arroyo.
A la hora de la visita médica, Pelagia seguía al doctor, de catre en catre, recogiendo las recetas que él formulaba, para surtirlas después en la farmacia del propio edificio. Pelagia hablaba, sin parar, de los enfermos a su cuidado:
—El 13 no durmió anoche, y por si juera de hambre le truje su torta de sardinas, que lo dejó súpito; el 4, lleva seis deposiciones muy jediondas, que le guardé, dotorcito, pa’ si quere esa-
minarlas; el 9 ya no está tan malo, no crea. Anoche me quería apapachar los cuadriles."
Una institución le escapaba a Pito, después de despotricar contra el matrimonio, la religión, la política etcétera. Faltabale, digo, las instituciones médicas. Si consideramos qué el libro fue publicado en 1938 y que supone las remembranzas de un tipo de alrededor de los 50 años, ya nos daremos cuenta que sus haberes alcanzan desde el porfiriato hasta la post revolución, aunque sin mencionarla nunca a esta.
Nota: estas lecturas pueden contener lenguaje explícito, se recomienda discreción. (foto en San Pedro Cahro, Michoacan)
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