Un alma en Cristo
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🎧 Audio 102
📕 Libro II Un alma en Cristo
30 de marzo de 1991
𝕊á𝕓𝕒𝕕𝕠 𝕊𝕒𝕟𝕥𝕠
Estoy en mi celda de la Casa de Ejercicios de Betania. Tengo varias preguntas para hacerle al Señor. Como resumen de este retiro diré que quisiera haber aprovechado mucho, pero creo que los Ejercicios tampoco hacen milagros. He descubierto cosas y actitudes diversas frente a las mismas cosas.
Explicaré cómo me siento y cuál ha sido mi actitud. Me he dado cuenta que tengo que comprometerme hasta las últimas consecuencias. No es que no estuviera ya comprometida; pero siempre queda algo por dar. Ese algo también me lo pide Cristo, y yo se lo he dado. Le pido que me ayude pues, como siempre, le fallaré. Mi carácter me traiciona; y mi debilidad y el cansancio harán lo demás. He observado que a las pláticas no me gustaba ir. Oí al sacerdote y me parecía que la charla era casi pueril. Los actos realizados, aunque con mucho amor por parte de todos, me han parecido pobres y he descubierto que, ante la grandeza de Dios, nada es bastante. Todo es pobrísimo, es repetir las mismas cosas que ya sabemos una y otra vez. He vislumbrado tanta grandeza, que no hay nada comparable con ella. ¡Qué pobre es el ser humano y qué pobres, torpes y necias son sus cosas! Se quedan reducidas a nada ante tanta grandeza. Y yo ¿qué haré? Si ante la manifestación de personas tan adelantadas en la fe, tan sacrificadas como las monjitas, lo he visto pobre, ¿cómo será lo que yo hago? Soy un mendigo que regatea a su Amo el más pequeño esfuerzo._
_Veo que necesito muchos retiros, mucha oración. No sé si a mi Señor le ha gustado que me haya quedado en mi habitación durante algunos actos; pero he comprendido, quizás mal, que si pones el corazón en Él te sientes cerca de Él no importa lo que hagas, porque sólo Dios basta.
Mi bien amada criatura, así es como tú dices. Por mi gracia, has vislumbrado la grandeza de Dios; sólo has intuido un poquito, porque Yo te dejo entrever, poco a poco, un poquito de cielo. No importa que no hayas ido a todos los actos. Yo quiero tu corazón entero, tu amor entero hasta las últimas consecuencias. Así como se lo pedí a Pedro, a Juan y a todos los que me han seguido. No debes pensar que me siguieron por voluntad propia, pues Yo siempre he dado el primer paso. Siempre he sido Yo quien ha escogido a sus discípulos. Ellos sólo han seguido la gracia y, por ello, se han ganado el cielo.
Piensa, hija mía, en el compromiso que hiciste ayer momentos antes de mi muerte. Tu promesa está ahora delante del Padre. Piensa en Él cada día, para que así se refuerce tu pobre voluntad. Reza el Credo diariamente en señal de alianza con el Padre para que Él te mantenga en la verdadera humildad.Todo es como tú has intuido. Ten en cuenta, por tanto, que los que me alaban con amor y los que hacen los oficios –pobres siempre ante la grandeza de Dios– suben, honrosos y grandiosos, a la Presencia de Dios.
El hombre no puede hacer cosas grandes por él solo, pero, cuando cuenta con Dios, estas cosas se vuelven gloriosas en la presencia del Padre, y he aquí que, entonces, Él mira al hombre como hijo suyo, con tanto amor y misericordia, que perdona su mezquindad y lo redime. Le ama, le perdona y ya no se acuerda de tantos pecados.
Hija mía, por pobres que te parezcan esos actos de culto al lado de tanta grandeza, piensa cómo los está recibiendo Dios y cómo Él los hace gloriosos. Señor, ¿por qué este año no he llorado? ¿Es que me ha faltado tu gracia? Otros años, hija mía, he querido que participaras de mi dolor: dolor desgarrado que te transmitía y que tú sentías. Este año he querido que veas mi grandeza, lo serio que es seguirme. Que comprendieras tu compromiso. Poco a poco te iré llevando por el camino que he preparado para ti.
Grupo María Auxiliadora (1991). Un alma en Cristo Libro II