Aunque todo el primer tercio del siglo XX, fue de reformas y mejoras tanto en el proceso de formación de maestros como en su autonomía docente y personal, el paso decisivo, se produjo, desde que se proclamó la Segunda República hasta el final de la Guerra Civil.
La Segunda República realizó un esfuerzo inmenso para ampliar y mejorar al sistema educativo español, y también la formación de los maestros.
La educación primaria «será gratuita y obligatoria», rezaba la Constitución de 1931 en su artículo 48 y seguía con «La enseñanza será laica, hará del trabajo el eje de su actividad metodológica y se inspirará en ideales de solidaridad humana».
Por lo tanto, los valores de educación pública, laica y universal como medio de reforzar la recién ganada ciudadanía se transformaron, tras la promulgación de la nueva ley fundamental, en el eje angular del nuevo régimen republicano. Pero para ponerla en marcha había mucho trabajo por hacer.