Para entender la transición a la edad del hierro, primero hay que entender como era la edad del bronce tardía: un mundo interconectado, próspero y cosmopolita que, como un castillo de naipes, se derrumbó bajo presiones múltiples. Esta era no fue solo de bronce y espadas; fue la primera "globalización" de la historia, con civilizaciones como los egipcios, minoicos, micénicos, hititas, cananeos y muchos más tejiendo una red de comercio, diplomacia y cultura que abarcaba desde el Nilo hasta el Egeo y Mesopotamia.
Viajemos tres mil quinientos años atrás, al siglo XV. El Mediterráneo oriental era un crisol hirviente de culturas. En Egipto, bajo el reinado de Tutmosis III , un faraón guerrero que expandió su imperio desde Nubia hasta Siria, se construía un palacio en Peru-Nefer, en el delta del Nilo. Lo que hace único a este palacio no es solo su esplendor, sino sus frescos: pintados por artistas minoicos de Creta, mostrando escenas exóticas como hombres saltando sobre toros. Esta técnica del fresco, avanzada y vibrante, era importada directamente de la isla de Creta, revelando contactos entre Egipto y el Egeo.