La presencia del delincuente Puigdemont en el Parlamento Europeo es de una normalidad que no debería ser, pero bah. Para qué poner el grito en el cielo, si todo lo que han generado hasta ahora los indultos y la ley de amnistía estaba previsto desde la reacción de la Unión a todas y cada una de las euroórdenes del juez Llarena.

Tampoco es inédito en el PSOE un acuerdo putrefacto como el que ha llevado a Bildu a la alcaldía de Pamplona. Cómo si no hubiera existido el Pacto del Tinell en Cataluña para impedir a la derecha gobernar. Y los tripartitos con independentistas.

Después de la simpática reacción airada de El País por el nombramiento de un ex secretario de Estado al frente de la agencia EFE –y es que vino a sustituir a una ex redactora de aquel diario–, aprovechó la ocasión para insistir en su vieja propuesta de crear un Ministerio de la Verdad. Como el agua o la electricidad, lo ha dicho muchas veces, debe ser protegida, aunque el panorama es desolador.

A propósito de protecciones, celebró la firmeza de Ayuso frente a las drogas, inédita en España, y ahora espera que alguien estudie en serio la relación entre el uso de sustancias y el fracaso escolar.

En el primer momento mostró su desconocimiento ante un nombre aparecido en la lista de influyentes del Financial Times y reconvino a Santos, de nuevo, por su gata: ¡la esquizofrenia será motivo de rescisión de contrato!

Y fue así que Espada yiró.

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