Jn 15, 9-17 • No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».
-------------------------
Juan predica en el Templo y, ¡vaya, qué emocionado y alegre se le ve!
Le brillaban los ojos cuando repetía tus palabras; y es que las vive en sus carnes, le vuela el corazón por dentro del pecho y se le escapa por la sonrisa.
"Que os améis unos a otros como yo os he amado". Y, maestro, ahora nos acompañas en el cielo, y ocurren milagros, y crecemos en número y gracia cada día.
Pero.. Como Tú nos has amado...¿Cómo se iguala eso? ¿Cómo alcanzar esa medida de amar sin medida?
Hay otra frase que me ha picado un poco en la nuca al escucharla: "No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto".
Para Juan es fácil decirlo. Juan siempre estuvo a tu lado, he visto mil veces cuánto reíais y meditabáis juntos.
Yo, por otro lado, siempre he estado ahí, pero he sido uno de los Doce, o no lo he sido hasta ahora.
Hace unos días cambió todo y, ¡claro que dije que sí!, pero a veces no sé si se equivocaron.
A veces me siento como el apoyo para una mesa coja que no termina de dar estabilidad. Soy el apóstol de repuesto, o al menos me siento así. Creo que Pedro se tiraría al suelo si lo escuchara... no sé, me puede el vértigo.
Juan no para de repetirlo: que nos amemos, que nos amemos. Que no nos mandas otra cosa.
Que nos amemos. Que nos enseñas. Que no nos dé miedo: que nos amemos.
María, tu madre, que siempre está donde está Juan, se acerca con un par de panes porque sabe que él lleva horas explicando. Le hace un gesto para que descanse; Juan la ha visto y comienza a concluir.
Se ha acercado y me ha dicho: "Enhorabuena, Matías, me llena de alegría saber que mi hijo te llama ahora públicamente". Su sonrisa es tan honesta que me saca de mí.
"¿Sabría él que yo estaba ahí cuando llamó a los Doce?".
"Lo sabía y lo sabe, Matías" me ha respondido, "Pedro ha mirado en tu corazón al proponerlo, y si ha salido tu nombre es porque mi Jesús te ha escogido. Mi hijo nunca deja de cuidar a sus amigos, y sé que tú eras su amigo, porque hacías lo que él os mandaba... y lo seguirás haciendo, ¿verdad?".
"Sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando" ha repetido Juan al unirse a nosotros, abrazando a María y besando su frente.
"Esto os mando: que os améis unos a otros" ha vuelto a mi memoria.
Fuerza, amigo, fuerza.
Para no olvidar que Tú me has escogido, Jesús.
Que bajo tu mirada soy capaz.