Carmelo González es un tipo regordete, aficionado al porno, y con una madre que le da la brasa en Facebook. Lo que viene siendo un triunfador.

Que el fundador de una religión sea de otra religión es algo que Danny Boy-Rivera no consigue entender. Gallego y con un pequeño trastorno obsesivo compulsivo, este cómico saca tajada de todo lo que se le pone por delante. Su tierra, Rajoy, los ronquidos de las novias, Stephen Hawkins… no le hace ascos a nada.

Mariano es Argentino, pero no de esos con un ego desbordante, sino más bien del tipo cuarentón abrumado por la tecnología que sigue sin entender a sus novias, sobre todo si son más jóvenes que él.

Este showman de pies a cabeza se ha dado cuenta de que no le gusta nada hacerse mayor, pero mucho menos ver cómo se están perdiendo las buenas costumbres de cuando era niño, como el colegio, las típicas madres o hacer la comunión al buen estilo de los 90.

Para este cómico y guionista estudiar cine le ha abierto un nuevo mundo y ahora se fija mucho más en las cosas: en la hipocresía de los horóscopos, en que nunca se escriben canciones de amor en el punto medio de una relación o en lo complicado que debe ser elegir el destino en tu luna de miel si vives en las Fiji.

Juan Carlos Córdoba es padre y le cuesta explicarle a Martita algunas cosas de la vida. Cosas que, a veces, no entiende ni él mismo

Sergio Marín vive en Barcelona, donde el dinero se aprecia mucho. Por eso sabe hablar de capitalismo, pero también de drogas y de lo que haga falta.

Para Miki Maka el mundo está fatal repartido, pero solo porque a él no le tocó eso de ser rock&roll star. Con su tono irónico, ácido y a veces absurdo, este humorista con alma de roquero nos habla de cantautores, piratería y de todas las cosas que le sacan de quicio de la industria musical.

Simó Martín es valenciano, aunque no sabe mucho de drogas. Él controla de temas más bonitos, como el amor a los animales.

Xavi solía hablar de farlopa y paellas, pero ahora tiene pareja muy estable, cuida su línea y sale menos. Parece que el humor se mantiene intacto.