Recientemente meditaba en la vida de un ciego muy particular, cuyo nombre por alguna extraña razón aparece en la Biblia. Se llamaba Bartimeo y vivía de limosnas. Y digo “extraña razón” porque en la historia bíblica se habla de varios ciegos que son sanados, pero jamás se les menciona el nombre.
Este hombre, cuyo nombre significaba “Hijo de honor”, no podía vivir una vida más contradictoria, “Hijo de miseria”, pues apenas era capaz de sobrevivir mendigando un poco de luz, aceptación y pan.
Cuando Bartimeo supo que Jesús pasaba cerca de él, no dudó en gritar con desesperación como si se tratara de su único tanque de oxigeno en el espacio, o su último vaso de agua en el desierto.