Audaces
experimentos que injertaban funk y rock en la música latina. No fueron bien
recibidos.
Me han preguntado, no, me han
re-cri-mi-na-do que El Mapa Secreto no incluya música latina. En ese momento,
debo explicar algo que resulta obvio: en esta bendita emisora hay especialistas
de altísimo nivel, que cubren esa música mucho mejor de lo que yo podría. Punto.
Pero hoy me apetecía rescatar un
subgénero poco apreciado: el latin funk
o las aproximaciones al funk que brotaron del medio musical hispano,
generalmente durante los años setenta. Hemos evitado lo obvio, como las
versiones de éxitos funk que facturaba Henry
Brown, el afroamericano de Harlem que grababa como Pucho. Suenan versiones, claro, pero llegan por la dirección
contraria: músicos latinos picados por el virus del funk, el soul, el rock.
Nos quedamos con una serie de
experimentos llamativos, generalmente protagonizados por grupos que se
distinguían claramente de las orquestas latinas habituales. Y no hablo
únicamente de los pelos o la ausencia de uniformes. Se trata del sonido: aparte
de la percusión, llevaban batería; permitían desmelenarse a la guitarra
eléctrica; cantaban frecuentemente en inglés. Y, ay, no se comieron un rosco,
aunque tuvieran buenos padrinos (el productor de Macondo era el brasileño Sergio Mendes). Igualmente, hay que
reconocer que salieron con portadas
bastante feas.
También hemos añadido potentes
grabaciones de congueros como Mongo Santamaría, Willie Bobo o Armando Peraza.
Estos normalmente eran artistas de sellos gringos y sus discos estaban pensados para el público anglo. Los
productores eran, respectivamente, William
Allen, Gary McFarland o Wayne Henderson, expertos en realizar crossover de jazzeros al gran público.
Como el funk era un estilo contagioso,
hemos aprovechado para rescatar discos caribeños que reflejan su onda
expansiva. Pero que no podían reconocer esa etiqueta por motivos políticos,
como ocurría con Pello El Afrokan en la Cuba sovietizada, o por
disidencia ideológica (el puertorriqueño Rafael
Cortijo discurría precisamente sobre la dependencia cultural y económica).
Sin olvidar la picardía de Wganda Kenya,
que en realidad eran músicos colombianos bajo la dirección de Julio Estrada, más conocido entre los
salseros como Fruko.
Imagen: Eddie Palmieri.