Si
nos disculpan la simplificación, podemos distinguir dos Motown en los años
sesenta. La más popular es la que su publicidad denominaba como “El sonido de
la joven América” y que buscaba el crossover
al público blanco: baladas o tiempos medios, finas orquestaciones, apoteosis
amorosas. Pero hay una Motown más directa, que se corresponde grosso modo con la primera mitad de la década: discos tocados por una pequeña
formación, con letras basadas en el lenguaje coloquial y en la jerga teenager,
cabalgando sobre ritmos muy, muy
bailables.
Esa
primera Motown, compacta y arrolladora,
con más Ritmo que Blues, es la que más nos interesa hoy. La Motown que entró en
Europa por las pistas de discotecas, arrebatando los píes y conquistando luego
los corazones de los bailarines. De hecho, algunas de las canciones
seleccionadas hoy salieron originalmente como caras B; los pinchas europeos
dieron la vuelta al single para atender a la demanda de los bailones.
Históricamente,
el proceso de seducción comenzó con los
mods británicos: sus grupos supieron dar tratamiento anfetamínico a
aquellos temas impulsivos. Eso explica que hoy rescatemos a The Birds, banda
londinense donde destacaba un guitarrista llamado Ronnie Wood, que eligió como
cara A de su segundo single una pieza de Holland-Dozier-Holland.
La
mayor parte de los 18 discos que
suenan hoy se grabaron entre 1963 y 1966. Hay grandes voces, naturalmente, pero
deseamos llamar la atención sobre la potencia de aquellos músicos de estudio que han pasado a la historia como The Funk
Brothers, un equipo cambiante que sacaba discos bajo el nombre de su teclista,
Earl Van Dyke.
También
hacemos hueco a otro instrumentista fichado por la compañía, Junior Walker,
saxofonista de Arkansas. Se cuela igualmente uno de los primeros cantantes
blancos contratados por Berry Gordy. Y muchos grupos vocales. Grupos femeninos,
masculinos, mixtos salidos de aquella inmensa
cantera de talento que era Detroit en sus años de vacas gordas.