Las cosas suelen ser lo que parecen.

Vienen a por nosotros.

Cuando llega el momento de rematar, al PP le suelen entrar las dudas y casi siempre enfila por la trillada senda del apaciguamiento, pero deseo fervientemente que apriete y contribuya a que Sánchez concluya su oprobioso peripecia en la cárcel.

Va a llegar Sánchez empachado a Nochebuena.

Están Sánchez y su tropa de maleantes que no les cabe un cacahuete en salva sea la parte, pero no se si de alivio o de canguelo.

Este lunes se celebró en La Moncloa, como todos los años, esa cursilería que llaman ‘Copa de Navidad’ y que consiste en acarrear periodistas, soltarles unos tragos y unos canapés y que el presidente se pasee entre los corrillos, haciendo chistes y comentando zarandajas.

Lo de Franco, el uso masivo del francomodín como ‘ungüento amarillo’ para los momentos de crisis y táctica electoral, refleja dos cosas.

Aunque hay 1.305 kilómetros de distancia entre Waterloo y La Moncloa, Puigdemont ha olido el canguelo de Sánchez.

Gandules, sectarios o simplemente memos.

Supongo que alguna vez les ha llamado la atención lo tierno que se pone el centroderecha español y en particular el bizcochable Partido Popular, cada vez que alguno de izquierdas, político o periodista, suelta algo en favor de España, la unidad de la Patria o el sentido común.