En la conferencia de Pardo Bazán en París, leíamos cómo se refería con todo aprecio al protagonista de este audio, prometiéndoles allí, como cumplo ahora, incluirles por fin al Padre Feijóo en este canal. Mi deuda era, en realidad, doble pues, como saben, les hablo –y ahora escribo- desde la capital del Principado, siendo uno de los lugares más bellos de su callejero la plaza donde actualmente se sitúa la Facultad de Psicología de la hoy decaída Universidad de Oviedo y que preside la estatua de Feijóo, como pueden ver en la imagen que acompaño.
Pero, recordemos las palabras de Doña Emilia cuando hablaba de él; así decía:
“La dinastía de Borbón, a su advenimiento, trató de mejorar algo la situación de España: hubo una cruzada por la cultura, cruzada de grandes y señores de empolvada peluca, de casaca tornasol, de medias de seda: pero la leyenda pudo más: había echado en el pueblo hondas raíces: ya se detestaban las innovaciones, ya se creía que tocar a España era profanar una reliquia. Ocurrió entonces una cosa digna de notarse, y fue que cierto monje benedictino, anciano estudioso, de enciclopédico saber, de vida pura y sin tacha, creyente y ortodoxo como el que más, y escritor de fácil y persuasivo estilo, especie de periodista con cogulla, quiso combatir y extirpar los errores comunes, las supersticiones del vulgo, y tornó contra la ciencia increíblemente atrasada, contra los falsos milagros, contra la hipocresía y la necedad; señaló con ademán enérgico hacia la negra cueva de las brujas donde había sido maleficiado el último rey de la dinastía austriaca. El monje tuvo partidarios y lectores y admiradores, pero se hizo sospechoso; llovieron sobre él libelos e impugnaciones, y hasta se le acusó de impiedad y herejía y se le comparó a Voltaire. Fue preciso que el monarca en persona, por medio de un decreto, prohibiese atacar al Padre Feijóo; así se trataba de reformar a España, de real orden, cuando sería indispensable que la reforma comenzase por las capas profundas. Y aun por eso, a despecho de excelentes intenciones y de resultados positivos que no quiero desconocer, no consiguieron los primeros Borbones modificar radicalmente el estado del país. Al españolizarse, los Borbones se pusieron de parte de la leyenda, y el decaimiento de la Inquisición contribuyó a reforzar el absolutismo monárquico, sin beneficio alguno para la vida nacional”.
Dado su interés, sumo para su escucha dos conferencias dadas en el seno de la Fundación Juan March, que vuelve a demostrar todo el valor de su cometido en cuanto a la divulgación y más acabado conocimiento de nuestra cultura con todos sus ricos matices. La primera es la de Jon Juaristi del 13 de marzo de 2007, dentro del ciclo biográfico “Españoles eminentes”; la segunda se retrotrae en su fecha hasta treinta años, justamente al 2 de diciembre de 1976, siendo ofrecida por Miguel Artola, con el título “Feijóo y la España de su tiempo”, en el Ciclo celebrado con motivo del centenario en aquel año de la muerte del ilustre benedictino.