Tras el infame esperpento de ayer, 6 de septiembre de 2017, en el Parlamento catalán, donde ni siquiera se respetaron las normas propias dadas en su provecho por los secesionistas, es decir, las normas dadas en el ámbito de la supuesta democracia catalana obviando cualquier anclaje con el régimen democrático de todos, esto es, el inescindible superior que nos alcanza al común de los españoles -seamos catalanes o no-, aquellos que se erigen en portavoces exclusivos de una falsa soberanía del pueblo catalán, ya está convocado, pues así debía de ser por fas o nefas, el referéndum de independencia para el 1 de Octubre. Estemos tranquilos, pues todo esto, todo este “putsch” a la hitleriana gestado en los últimos años, no es más que un paripé montado para tapar la generalizada corrupción que hundiera al partido de Pujol y lo entregara al nacionalismo más radical de izquierdas representada por Esquerra Republicana de Cataluña que ya protagonizara el sonoro fracaso republicano en 1934 y que acabara con todo el gabinete del endiosado Companys entre rejas. No obstante, me gustaría que nos diésemos cuenta de que pase lo que pase habrá los que seguirán viviendo del momio, pendulando al son de la corriente. Son “los Pilatos de Cataluña” fielmente reflejados por siniestros personajes como Enric Juliana de "La Vanguardia", quien en su columna de hoy nos deja perlas como estas:
“Visto desde Madrid: un fracaso escénico del Parlament de Catalunya. La retransmisión en directo dio munición, abundante munición, a los partidarios de la mano dura con el independentismo catalán. Podríamos decir que Carme Forcadell, persona con dotes para la agitación asamblearia, pero con evidentes limitaciones para presidir una cámara parlamentaria, trabajó ayer objetivamente a favor de sus adversarios…
El 6 de octubre de 1934 habría sido otra cosa de haber existido canales de televisión y redes sociales. Se habría retransmitido en directo, por ejemplo, el momento en que Lluís Companys, alrededor de las seis de la tarde, ordenó al conseller de Governació Josep Dencàs que arriase la bandera independentista que había izado en la sede del Gobierno Civil de Barcelona.
Fabricar solemnidad en tiempos de internet no es fácil. El Gobierno aprovecha el naufragio Forcadell para dar un paso más en su escalada. La vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría afirmó ayer que una dictadura sobrevuela Catalunya. Adjetivos de ese calibre sólo se utilizan cuando se prepara una acción muy contundente”.
Por tanto, no nos olvidemos de individuos como este, que son los que atizan el fuego del conflicto para después esconderse en una pretensa línea editorial que no hace más que bailarle el agua al nacionalismo y sus corruptelas, que, insisto, son el germen de todo lo que estamos viviendo. Que la memoria no sólo sea histórica, si no bien presente.