Constantemente estamos negociando, desde el plan del fin de semana con nuestros hijos, las condiciones salariales de un nuevo cargo hasta los cierres de negocios con nuestros clientes. En estos escenarios nos enfrentamos con razones que juegan en contra para que el cliente tome una decisión, a esto le llamamos objeciones. Sin embargo, de todas las razones que se plantean, no todas tienen la misma relevancia ni importancia para el cliente, habrá unas que si no se resuelven no le impedirían tomar la decisión, pero hay otras que tienen un mayor peso. Si yo soy un buen asesor, quiero enfocarme solo en aquellas que veo que, si resuelvo, me permitirán avanzar para no quedarme en discusiones que alarguen la negociación y, lo más grave, terminen cediendo cosas que nunca debieron cederse.