Puesto que Mateo 24, y sus pasajes paralelos en Marcos y Lucas, contiene profecías acerca de dos sucesos diferentes, (1) la destrucción de Jerusalén y (2) la segunda venida del Señor, ha sido uno de los capítulos más difíciles de interpretar. A veces, un suceso está casi entrelazado con el otro, y es difícil distinguir de cuál está hablando Jesús. A veces las mismas profecías tienen doble cumplimiento,también. Debido a todo esto, nos limitaremos a descubrir las verdades prácticas, las advertencias y mandatos del Señor y sus palabras de aliento en cuanto al futuro en Mateo capítulo 24. Cabe mencionar que, este discurso se hizo en contestación a las dos preguntas de los discípulos (v. 3): Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? ¡Estas son las mismas preguntas que los cristianos a través de todos los siglos han hecho! Recordemos lo que Jesús dijo a sus discípulos en Hechos 1:7 cuando preguntaron si iba a restaurar el reino a Israel: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad... Cristo no siempre satisface la curiosidad humana en cuanto a todos los sucesos en el futuro y la cronología exacta de los hechos, ¡pero sí nos manda a estar ocupados en su obra hasta que El venga otra vez!
Jesús predijo en Mateo 24:2 (hablando del templo en Jerusalén, construido por Herodes): De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra. Esto se cumplió al pie de la letra en el año 70 d. C., cuando el general romano Tito destruyó la ciudad. ¡Más que un millón de judíos murieron,y unos 600,000 fueron llevados a esclavitud en ese tiempo! Tito había mandado a los soldados a que no quemaren el templo de Herodes porque era una de las maravillas del mundo de aquel entonces, cubierto por dentro con chapa de oro. Pero un soldado igual le prendió fuego con una tea, y al quemarse por dentro, el oro se derritió hasta llenar los espacios entre las piedras de los cimientos del templo. Cuando se apagó el fuego, los soldados romanos levantaron todas las piedras buscando el oro derretido allí, y así se cumplió la profecía de Jesús.