Transitamos por la singularidad de la inteligencia artificial, el valle inquietante en el que las máquinas autoconscientes conviven con los humanos y donde tenemos que tomar decisiones muy importantes con un matiz muy especial: decidimos en la piel (sintética) de los androides. Bienvenidos a Detroit: Become Human.
Estamos en Detroit en 2038. Los androides, fieles sirvientes de los humanos, se pueden comprar en los centros comerciales, y realizan todo tipo de tareas. El problema llega con los “divergentes”, aquellos que llegan a la autoconsciencia y es entonces cuando se plantean numerosos problemas morales. Jugamos simultáneamente con tres personajes, tres androides que viven en un “mundo” feliz suspendido al borde del abismo: Markus, el líder de los androides divergentes, Connor, el policía androide encargado de investigarlos y Kara, la androide sirviente que intenta proteger a la niña humana que cuida.
Con una interesante y novedosa representación de nuestras decisiones en un árbol, Quantic Dream (Heavy Rain, Beyond Two Souls) vuelve a presentarnos un juego donde elegimos nuestra propia historia con un argumento lleno de referencias a la ciencia ficción y con una captura de movimientos marca de la casa.
Hablamos de Detroit: Become Human con su guionista Adam Williams. Desde el Planeta Segovia y sin abandonar Detroit, recordamos a ese humano convertido en robot policial: Robocop, el protagonista de la película de Paul Verhoeven de 1987 y que se merece su estatua en Detroit.
Además, de la factoría “TomayDaca”, dos DJs androides, Viktor The Robot y BustamIntel ponen a prueba su gusto musical pinchando un versus con voces robóticas. ¿Quién ganará?