La segunda ciudad de Chequia transmite muy buenas sensaciones. Tal vez sea el carácter abierto, creativo y acogedor propio de una urbe universitaria, donde una cuarta parte de la población es estudiante. O quizás se deba a la animación de sus calles, la amplia oferta gastronómica, la fama de los vinos moravos o a una arraigada cultura cervecera que entra por todos los sentidos. Sin la rotunda fastuosidad de Praga, Brno recibe al viajero con un estimulante surtido de edificios góticos, neorrenacentistas, modernistas y funcionalistas; estilos dispares que conviven en sorprendente armonía. Para entender esta evolución, marcada en su última etapa por la bonanza económica de la Revolución Industrial, partimos del antiguo perímetro amurallado, por donde hoy discurren algunas de las calles principales. Comenzamos nuestro paseo por Joštova, donde el guía Patrick Michaud nos muestra algunas de las instituciones que hacen de Brno la capital judicial de la República Checa. La iglesia de Santo Tomás es uno de los recuerdos del antiguo monasterio donde el fraile agustino Gregor Mendel llevó a cabo los experimentos botánicos que, en el siglo XIX, pusieron las bases de la genética moderna. A pocos pasos encontramos el restaurado templo dedicado a Santiago y, a su derecha, el acceso a un impactante osario; lo visitamos en compañía de una de sus trabajadoras, Lucie Křížová. Este espacio, que exhibe restos de decenas de miles de personas, es parte de la extensa red de subterráneos de la localidad. Kristýna Mikešová, de la oficina de turismo, nos invita a acceder a otros, como los antiguos depósitos de agua de Žlutý Kopec, la cripta de los capuchinos o el laberinto que horada el subsuelo de Zelný Trh, la Plaza del Mercado de Verduras. Muy cerca se halla la Plaza de la Libertad (Náměstí Svobody), corazón palpitante de este centro atravesado por tranvías. Para obtener las mejores vistas podemos subir al mirador del antiguo ayuntamiento, en cuyo túnel de acceso nos sorprende un enorme cocodrilo colgado del techo, protagonista de la leyenda del dragón que relata la profesora Zuzana Fialová. Otro relato legendario –éste lo cuenta el profesor y traductor Jiří Pešek– explica la argucia con la que los defensores de la ciudad evitaron la invasión del ejército sueco en la Guerra de los Treinta Años; un engaño que se sigue recordando cada día a las 11 de la mañana, cuando suena el toque de campanas de mediodía en la catedral de San Pedro y San Pablo. Ubicado en la parte más elevada del casco viejo, este templo de afiladas torres parece competir en altura con el cercano Castillo Špilberk, pieza clave en la defensa brunense y temida prisión en algunos momentos de su larga historia. Antes de despedirnos nos acercamos a la Villa Tugendhat, hito de la arquitectura residencial funcionalista, diseño de Ludwig Mies van der Rohe incluido en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco.
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