En un lujoso hotel de Panamá, cientos de migrantes deportados desde Estados Unidos esperan, bajo durísimas medidas de seguridad, noticias sobre su futuro más inmediato. Trump los ha enviado allí, aunque no son panameños, con el beneplácito de las autoridades del país centroamericano. El Servicio Nacional Aeronaval custodia el edificio fuertemente armado. Les han quitado el pasaporte, los móviles y aseguran que "pronto les enviarán a un campamento improvisado", pero no saben más. Son de China, Uzbekistán, Irán, Vietnam, India, Turquía, Nepal, Pakistán o Afganistán, lugares a los que Washington no puede deportar con facilidad. "Hemos visto gente desesperada pidiendo auxilio, llorando, gente que intenta romper el cristal, gente que con un pintalabios y con pasta de dientes escriben sus números de teléfono en las ventanas", nos cuenta Federico Ríos, fotógrafo del New York Times con el que hemos hablado en '24 horas'.
Escuchar audio