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(Aniversario de la Publicación de «Nuestra América» de José Martí)
En su obra titulada El Martí que yo conocí, Blanche Zacharie de Baralt nos explica algo que muchos desconocen: que «aunque la independencia de Cuba era su [objetivo] primordial, tuvo Martí que ganarse la vida [y] mantener a la esposa y al hijo que se habían reunido con él en Nueva York. [Así que] intensificó su trabajo de periodista, [escribiendo] en el New York Sun [y] en varias revistas de México, Venezuela y otros países hispanoamericanos.
»Escribía sin cesar.... Su labor periodística era asombrosa. Lo publicado en periódicos sudamericanos llena diez gruesos volúmenes. Muchos de estos trabajos eran obras de alto valor crítico y literario. Muchos se consideran hoy clásicos.... Publicó varios libros de versos, editó el órgano oficial de la Revolución, Patria, escribiendo personalmente la mayor parte de su contenido....
»[Además,] Martí... tradujo al español, del inglés y del francés, varios libros, contratados al efecto por la gran casa publicadora Appleton y Cía. Estaba el departamento de ediciones en español a cargo de un señor Purón, asturiano, hombre autoritario, muy imbuido de su propia importancia y, según parece, convencido de su gran saber, aunque no todos compartían esa opinión.
»Como jefe, revisaba el trabajo de Martí para ponerle el visto bueno antes de mandarlo a la imprenta. No dejaba nunca de hacerle algunos cambios al manuscrito, lo que mortificaba a Martí en extremo, pues las llamadas “correcciones” solían desfigurar el original o echarlo a perder.
»Martí necesitaba la [remuneración] que le daba la casa Appleton y no quería habérselas con el jefe que presumía enmendarle la plana, porque sabía que la menor protesta le costaría el puesto. [De modo que] sufrió en silencio, mordiéndose los labios, hasta que se le ocurrió un ardid.
»Como lo que deseaba el pretencioso señor, elegantemente vestido siempre y pavoneándose con un aire de superioridad,... era “corregir”, Martí decidió darle algo cuya corrección dejaría intacto el texto: puso en cada página alguna falta garrafal de ortografía o de puntuación.
»Al momento, el supervisor, viendo la falta, le ponía remedio, sin tocar el estilo, que era [precisamente] lo que quería [Martí como] autor», concluye Zacharie de Baralt.1
»Hay una lección importante que nosotros, míseros mortales, podemos sacar de esa escabrosa relación entre Martí y aquel editor, el tal Señor Purón, quien pasó a la historia como un hombre orgulloso, soberbio, arrogante, pretencioso, su honra manchada para siempre. La lección proviene de la pluma del sabio Salomón, casualmente uno de los escritores más prolíficos de antaño, escrita en forma de proverbio que nos conviene a todos acatar, tal como lo hizo Martí. Dice así: «Con el orgullo viene la deshonra; con la humildad, la sabiduría.»2
Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
www.conciencia.net
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(Aniversario de la Publicación de «Nuestra América» de José Martí)
En su obra titulada El Martí que yo conocí, Blanche Zacharie de Baralt nos explica algo que muchos desconocen: que «aunque la independencia de Cuba era su [objetivo] primordial, tuvo Martí que ganarse la vida [y] mantener a la esposa y al hijo que se habían reunido con él en Nueva York. [Así que] intensificó su trabajo de periodista, [escribiendo] en el New York Sun [y] en varias revistas de México, Venezuela y otros países hispanoamericanos.
»Escribía sin cesar.... Su labor periodística era asombrosa. Lo publicado en periódicos sudamericanos llena diez gruesos volúmenes. Muchos de estos trabajos eran obras de alto valor crítico y literario. Muchos se consideran hoy clásicos.... Publicó varios libros de versos, editó el órgano oficial de la Revolución, Patria, escribiendo personalmente la mayor parte de su contenido....
»[Además,] Martí... tradujo al español, del inglés y del francés, varios libros, contratados al efecto por la gran casa publicadora Appleton y Cía. Estaba el departamento de ediciones en español a cargo de un señor Purón, asturiano, hombre autoritario, muy imbuido de su propia importancia y, según parece, convencido de su gran saber, aunque no todos compartían esa opinión.
»Como jefe, revisaba el trabajo de Martí para ponerle el visto bueno antes de mandarlo a la imprenta. No dejaba nunca de hacerle algunos cambios al manuscrito, lo que mortificaba a Martí en extremo, pues las llamadas “correcciones” solían desfigurar el original o echarlo a perder.
»Martí necesitaba la [remuneración] que le daba la casa Appleton y no quería habérselas con el jefe que presumía enmendarle la plana, porque sabía que la menor protesta le costaría el puesto. [De modo que] sufrió en silencio, mordiéndose los labios, hasta que se le ocurrió un ardid.
»Como lo que deseaba el pretencioso señor, elegantemente vestido siempre y pavoneándose con un aire de superioridad,... era “corregir”, Martí decidió darle algo cuya corrección dejaría intacto el texto: puso en cada página alguna falta garrafal de ortografía o de puntuación.
»Al momento, el supervisor, viendo la falta, le ponía remedio, sin tocar el estilo, que era [precisamente] lo que quería [Martí como] autor», concluye Zacharie de Baralt.1
»Hay una lección importante que nosotros, míseros mortales, podemos sacar de esa escabrosa relación entre Martí y aquel editor, el tal Señor Purón, quien pasó a la historia como un hombre orgulloso, soberbio, arrogante, pretencioso, su honra manchada para siempre. La lección proviene de la pluma del sabio Salomón, casualmente uno de los escritores más prolíficos de antaño, escrita en forma de proverbio que nos conviene a todos acatar, tal como lo hizo Martí. Dice así: «Con el orgullo viene la deshonra; con la humildad, la sabiduría.»2
Carlos Rey
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