Hoy se nos presenta el relato de aquel leproso que con humildad, sencillez y valentía, se postra ante Jesús y le dice: Si quieres, puedes limpiarme. Y el Señor, lleno de amor y misericordia, le dice: Quiero, queda limpio. El ejemplo del leproso nos motiva a mostrarle al Señor en la oración, con sencillez y sinceridad, todas nuestras miserias y pecados y a pedirle su ayuda para nuestra conversión. Y donde podemos tener el mismo gesto que el leproso y quedar limpios del alma, es cuando acudimos al Sacramento de la Confesión, al que san Josemaría también llamaba Sacramento de la alegría, ya que, como lo hemos experimentando, llena la conciencia de paz y nos fortalece para la lucha de cada día.
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