Share Guatemala, la historia silenciada. (1944-1989) Autor: Carlos Sabino
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By Fabio García Ortiz
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Durante las cuatro décadas que cubre nuestro estudio Guatemala no logró desarrollar un sistema político capaz de absorber o neutralizar a las minorías que intentaban destruirlo. Esa fue su debilidad y, sin duda, una de las causas del drama que tuvo que vivir durante tanto tiempo. Pero, a pesar de sus limitaciones y de sus flaquezas, el sistema logró sobrevivir y adaptarse, ganó en legitimación ante la opinión pública y se hizo más abierto.
El detallado recuento que hicimos en el capítulo anterior habrá hecho que muchos lectores, sin poder evitarlo, se pregunten: ¿Por qué? ¿Por qué razón debieron de morir tantas personas –no importa ahora su número ni su condición– por obra de un conflicto tan despiadado y tan brutal? Al repasar lo acontecido puede tenerse la sensación de que un sino peculiar, trágico y absurdo, hubiese impuesto a Guatemala una carga insoportable de largos sufrimientos.
Afirmar que se produjeron 37,000 y no 200,000 muertos solo cambia la magnitud cuantitativa de la tragedia y de ningún modo la hace moralmente justificable o menos importante. Quienes piensan que exagerando e inflando los números favorecen a las víctimas del conflicto caen presa de su propia ilusión, pues la verdadera justicia no puede levantarse sino sobre la base de la verdad histórica, de afirmaciones verificables y lo más sólidas posibles. Esta discusión, sin duda alguna, nos remite directamente a otro de los problemas más importantes que aparecen siempre cuando se trata de hacer historia reciente: el de la objetividad.
Con una idea aproximada de las víctimas fatales que sufrió el ejército, la guerrilla y la población campesina que fue víctima de las masacres, nos resta ahora volver sobre los puntos que no hemos podido evaluar todavía, los civiles que cayeron en el campo y la ciudad como resultado de actos que no podemos considerar como masacres.
El concepto de masacre no es preciso ni exacto, por lo que ha sido usado de un modo bastante poco uniforme en la bibliografía. El diccionario de la Real Academia lo define como “Matanza de personas, por lo general indefensas, producida por ataque armado o causa parecida”. En el Compendio de Historia de Guatemala, por otra parte, se da una definición bastante extraña, pues en ella se incluyen solamente las acciones llevadas a cabo por el ejército y no por otras fuerzas armadas: “Por masacre se entiende toda aquella matanza perpetrada por fuerzas militares, en la que son muertos indiscriminadamente personas combatientes y no combatientes”. Llama la atención, además de la exclusión mencionada, que se considere también masacre a las acciones producidas en combate (por fuerza “indiscriminadas”) y no se puntualice que las víctimas deban ser civiles, o por lo menos “indefensas”, como lo dice la más tradicional pero apropiada definición de la Academia.
Para hacer una estimación realista y objetiva del número total de víctimas fatales del enfrentamiento armado interno que, en diversas fases y modalidades, se desarrolló en Guatemala desde 1960 hasta 1996, es preciso partir de algunas aclaraciones conceptuales que nos ayuden a precisar el problema. Como marco general de referencia conviene considerar, en primer lugar, los factores que tienden a aumentar o disminuir los conteos y estimaciones de las que disponemos.
La CEH realizó un extenso trabajo para conocer las múltiples violaciones a los derechos humanos ocurridas durante el largo período del enfrentamiento armado. “La Comisión recibió un total de 7,338 testimonios de declarantes” en los que se hizo referencia a 42,275 víctimas cuyos derechos fueron violados en hechos de diversa naturaleza.535 Un 48.39% de estas víctimas sufrieron “ejecuciones arbitrarias” o “desapariciones forzadas” y, si a estos casos se le agregan algunas otras causas de muerte que incluye la Comisión, se llega a un total de 24,910 personas que fallecieron por causa del conflicto interno.
Durante mucho tiempo diversos autores han ido proponiendo estimaciones sobre el número de víctimas de un enfrentamiento que, todavía, se estaba desarrollando en diversas áreas del país. Haremos un recuento, seguidamente, de varias fuentes que –como es natural– poseen diferentes sesgos ideológicos y modalidades diversas de aproximarse al tema en estudio.
La prolongada violencia política que sufrió Guatemala durante el período que abarca nuestra investigación produjo, indudablemente, una gran cantidad de víctimas de todo tipo. Mucha gente murió o quedó herida, otros desaparecieron más o menos misteriosamente, muchos tuvieron que desplazarse dentro del país o emigrar fuera de sus fronteras y no fueron pocos los que quedaron afectados porque sus familiares fueron muertos, secuestrados, perseguidos o amenazados. El historiador, casi siempre, se ve compelido a hacer la macabra cuenta de estas víctimas.
La mágica noche del 11 de noviembre de 1989 millares de alemanes que vivían en la parte oriental de Berlín cruzaron la frontera y comenzaron a derribar el muro que los gobernantes comunistas habían construido 28 años antes. Fue una fiesta, una celebración alegre y multitudinaria que duró toda la noche y que marcó simbólicamente el fin de lo que había sido uno de los sistemas más opresivos y brutales que haya construido la humanidad a lo largo de los últimos siglos.
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