Los campesinos de las áreas en conflicto, en varios departamentos del occidente, se vieron atrapados así entre dos fuegos, impotentes para escapar a las mortales amenazas que sobre ellos se cernían, encerrados en un círculo del que no podían salir. Miles de vidas fueron destrozadas, millares perecieron, tuvieron que huir o vieron como sus familias quedaban deshechas. Y la tragedia fue peor porque, cada vez que un bando recurría a la violencia y cometía alguna atrocidad, el otro bando respondía de forma si se quiere más brutal o más sangrienta, provocando una escalada que, en muchas ocasiones, llegó hasta extremos demenciales.