¿Era la tierra, como muchos han pensado desde tiempo inmemorial, el problema central de Guatemala, la clave de su sociedad y de su economía? Varios elementos de juicio apuntan en esa dirección, pero la respuesta, como enseguida veremos, requiere de algunas matizaciones y calificaciones de no poca entidad. Desde tiempos coloniales, y a lo largo de todo el siglo XIX y buena parte del XX, sin duda fue la tierra la principal fuente de riqueza y de poder privados: no podía ser de otra manera en un país rural, agroexportador, donde amplios contingentes indígenas habían sido incorporados a la sociedad a través del sistema colonial de las encomiendas y, luego, bajo formas de trabajo servil o de algún modo compulsivo. Pero, al llegar a la mitad del siglo pasado, ya esta situación se había modificado en buena medida debido a las nuevas circunstancias que prevalecían en Guatemala y en el mundo.