En 1630, el rey Felipe IV encargó a los mejores artistas de su época la decoración de un pabellón que se ubicaba a las afueras de Madrid, la Torre de la Parada, un lugar donde el rey, gran aficionado a la caza, había ordenado construir un caserón de descanso para aquellas largas jornadas. Uno de los autores elegidos por el rey fue Peter Paul Rubens quien, entre otras obras, le envió una maravillosa pintura en 1636 que representa el mito sobre el descubrimiento del púrpura de Tiro. Según la historia recogida por el escritor Julio Pólux, en el siglo II, durante un paseo de Hércules con su perro por la playa de la ciudad de Tiro, el animal mordió un caracol marino y su boca se tiñó de color púrpura, descubriendo uno de los pigmentos más apreciados en la antigüedad, el púrpura de Tiro. Aquel producto llegó a ser más valioso que el oro y solo los emperadores de Roma podían vestirlo en sus ropajes convertido en el color de los Césares y en un símbolo de prestigio, estatus y poder. Se sabía que en España existían contadas factorías de púrpura de Tiro en el sur de la península e incluso en las islas Canarias, pero lo que pocos podían imaginar era que, en una esquina del noroeste, en Galicia, también existió un lugar donde se fabricaba el púrpura imperial, el color de los Césares. Porque aquí se encontró el primer taller documentado de este producto en el norte de la Península Ibérica. ¿Y dónde iba a estar, si no? Pues en un paraíso: la isla de Ons.