Notas en Español e inglés 👇
Deuteronomio 23: Ama y valora al extranjero.
Deuteronomio 23:3-8:
“No entrará el amonita ni el moabita en la congregación del SEÑOR. Ni aun en la décima generación entrarán jamás en la congregación del SEÑOR, por cuanto no salieron a recibirlos al camino con pan y agua cuando ustedes salieron de Egipto, y porque él contrató contra ti a Balaam hijo de Beor, de Petor, de Siria mesopotámica, para que te maldijera. Pero el SEÑOR tu Dios no quiso escuchar a Balaam. El SEÑOR tu Dios te convirtió la maldición en bendición, porque el SEÑOR tu Dios te amaba. No procurarás jamás la paz ni el bienestar de ellos, en todos tus días.
“No abominarás al edomita, porque es tu hermano. No abominarás al egipcio, porque fuiste extranjero en su tierra. Los hijos que les nazcan en la tercera generación entrarán en la congregación del SEÑOR.
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En este capítulo vemos varias reglas acerca del diario vivir. Reglas de higiene y de comportamiento en la guerra, en el trato con los cautivos, con las cosechas de los vecinos, con las ofrendas y votos, etc.
Es muy interesante leer acerca del trato de otras naciones. Aquellas que fueron injustas con los israelitas que iban a sufrir guerras y una separación permanente. Ni moabitas y amonitas tendrían una relación diplomática entre ellos.
Si algún ciudadano de estas naciones entraba a Israel para vivir como extranjero, no podía entrar en las asambleas y fiestas sagradas con los judios.
En cambio, los edomitas que eran los descendientes de Esaú, el hermano de Jacob, y los egipcios que eran de la tierra donde Israel era extranjero y que le abrieron la puerta a sus antepasados para vivir en la tierra, ellos tendrían un privilegio especial delante de Dios, y por eso no se le permitía a Israel hacerles daño si alguno decidía vivir en Israel.
Dios no quería que Israel se olvidara del trato que debían darle a los extranjeros. Que la abundancia de la tierra prometida no los convirtiera en gente arrogante, oprimiendo al necesitado que buscaba una mejor vida en Israel. Dios bendice a aquel que es compasivo y se enoja con aquel que actúa con despotismo, abusando del extranjero, o burlándose de su condición.
Cuando ayudamos al inmigrante, al que quiere comenzar una nueva vida y viene de otras tierras, debemos hacerlo sabiendo que esto agrada a Dios y nos trae más bendición de Dios.
Tiempo después, en la historia de Israel, vemos que David cumplió este mandamiento y recibió su recompensa.
Cuando los amalequitas invadieron su casa y la de sus soldados, ¡se llevaron todo! Mujeres, hijos y pertenencias. Todos lloraron desconsolados, pero David pidió la dirección de Dios y Dios le dijo que los persiguiera. Cuando ellos se levantaron, no sabían a dónde debían ir. En el camino, vieron un egipcio tirado en el suelo, enfermo y moribundo.
En vez de seguir adelante urgidos por rescatar sus familias, tuvieron compasión del egipcio. Le dieron de comer y beber hasta que recuperó sus fuerzas. Cuando pudo hablar, les contó que él era un esclavo que los amalecitas habían abandonado.
David puso en práctica este mandamiento, no lo aborreció como lo hizo el amalecita, y este egipcio le indicó el camino y el lugar a donde ellos debían dirigirse. Y David pudo ir hacia el lugar correcto, pudo planear un plan de ataque, y cuando llegaron los pudieron sorprender, arrasando a sus enemigos y recuperando sus familias y también sus pertenencias. Además, tomaron el botín de guerra que estos saqueadores habían obtenido.
Que esto nos enseñe a que debemos ayudar sin prejuicios, porque no sabemos qué tanto esta persona pueda ser de bendición para nosotros.
Tengamos cuidado de menospreciar a alguien que no comparta nuestra propia fe. Más bien amemos y seamos luz para ellos. Posiblemente más adelante puedan ser parte de la familia de Dios y ser de bendición...