Deuteronomio 17: El mejor consejo para los grandes líderes.
Deuteronomio 17:14-20:
“Cuando hayas entrado en la tierra que el SEÑOR tu Dios te da y hayas tomado posesión de ella y la habites, y cuando digas: ‘Constituiré rey sobre mí, como todas las naciones que están en mis alrededores’, solamente constituirás sobre ti como rey a quien el SEÑOR tu Dios haya escogido. A uno de entre tus hermanos constituirás como rey sobre ti. No podrás constituir sobre ti a un hombre extranjero, alguien que no sea tu hermano.
“Pero él no ha de acumular caballos. No hará volver al pueblo a Egipto para acumular caballos, porque el SEÑOR les ha dicho: ‘Jamás volverán por ese camino’. Tampoco acumulará para sí mujeres, no sea que se desvíe su corazón. Tampoco acumulará para sí mucha plata y oro.
“Y sucederá que cuando se siente sobre el trono de su reino, él deberá escribir para sí en un pergamino una copia de esta ley, del rollo que está al cuidado de los sacerdotes levitas. La tendrá consigo y la leerá todos los días de su vida, para que aprenda a temer al SEÑOR su Dios, guardando todas las palabras de esta ley y estas prescripciones a fin de ponerlas por obra. Esto servirá para que no se enaltezca su corazón sobre sus hermanos, y no se aparte del mandamiento ni a la derecha ni a la izquierda, a fin de que prolongue los días en su reino, él y sus hijos, en medio de Israel.
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El Dios Todopoderoso, Adonai, el gran Yo Soy, era el Rey supremo de Israel. Él los guiaba y los protegía. Pero, al entrar a la tierra prometida, Dios sabía que ellos pedirían un rey como todas las naciones.
Cuando llegara este día, ellos ya tendrían una guía, unos reglamentos en la ley para poder elegir un rey conforme a la voluntad de Dios.
Estos consejos del Señor eran muy claros, describiendo las consecuencias si no los seguían. Por ejemplo, los problemas que el futuro rey tendría al amasar caballos de Egipto, pues no debían volver por la ruta de donde salieron, del lugar donde fueron esclavos, o tener muchas mujeres como era la costumbre en la época, pues Dios les advertía que ellas podrían desviar su mirada de Dios.
Un gran ejemplo de estos errores cometidos fue Salomón. Él hizo alianzas innecesarias con Egipto, codició sus caballos y también tuvo muchas mujeres, las cuales provenían de otras naciones y trajeron sus costumbres y dioses que pervirtieron a Salomón cuando estaba en edad avanzada.
Pero quiero recalcar el secreto para que ellos no se desviaran del camino. Cada rey debía recibir una copia fidedigna de la ley de Dios. Ellos debían leerla TODOS LOS DÍAS DE SU VIDA, para que aprendieran a honrar a Dios, guardando sus preceptos y mandamientos. Haciendo esto, el rey será más prudente, sabio y justo para gobernar sobre el pueblo escogido por Dios.
La Palabra de Dios y leerla todos los días era el antídoto en contra de esa actitud negativa que todo gobernante tiene que enfrentar y es la altivez. El poder produce más poder y la tendencia de abusar de él. El estar rodeado de pompa, honras y riquezas hace que el ser humano se crea superior que los demás, vulnerando sus derechos, irrespetando al prójimo y cometiendo faltas gravísimas delante de Dios.
Así mismo, nosotros debemos usar este consejo para combatir el orgullo y la altivez. Es muy fácil convertirse en un líder arrogante por la posición que tengamos, sea en el lugar de trabajo, por la profesión o títulos que alcancemos, y por los ministerios que Dios nos permite tener en la iglesia.
Si estás en una posición de eminencia, de liderazgo, donde tu nombre es respetado por tu posición, guarda tu corazón de pisotear al que está bajo tus directrices. Cuídate de usar tu influencia y tu autoridad para subir en un pedestal donde te sientas superior a los demás.
En Apocalipsis leemos que nosotros somos reyes y sacerdotes para Dios. Puedes escuchar la reflexión de este...