Eduardo Sartelli, en su columna semanal en Código de Barras, habló sobre el proceso boliviano que desembocó en la victoria electoral de Luis Arce, y la relación que se puede establecer con la situación argentina. La errónea caracterización que habían mantenido muchos sectores políticos, tiempo atrás, sobre el supuesto golpe de Estado que había ocurrido en Bolivia, sirve para entender por qué la política de este país aparece como espejo de la política argentina, sobre todo para el kirchnerismo. Se presenta como un reflejo porque el argumento del golpismo va a ser empleado cada vez que la gente salga a la calle a protestar contra un gobierno ajustador.
Si tomamos la caracterización del golpe y analizamos los recientes hechos, es raro ver una dictadura que: llama a elecciones limpias; que a pesar de que podría estar haciendo alguna maniobra fraudulenta, no la hace; que reconoce una boca de urna y a su vencedor; y que se encuentra en posición de entregarle el poder al candidato elegido. Claramente, los hechos no encajan en esa definición de golpe de Estado y dictadura que levantaron muchos anteriormente. Es necesario leer el proceso boliviano más allá de la leyenda, de la ideología y de ciertos clichés que no ayudan a entender cuáles son las fuerzas reales que operan en una sociedad. Incluso, pese a lo que los personajes digan de sí mismos y de lo que uno quisiera que afirmen. El proceso real que se vive en Bolivia, en Venezuela y en Argentina no puede ser comprendido desde esta leyenda kirchno-demócrata-burguesa. Tiene que ser entendido en relación a las fuerzas sociales reales objetivas, las que operan en el terreno.
Bolivia y Argentina presentan cuestiones similares. Por ejemplo, sus sociedades están partidas a la mitad y sus representantes emplean las mismas maniobras. En este último punto, es interesante ver cómo hace Evo Morales para volver. El líder boliviano postula como candidato a un personaje como Arce, el típico tecnócrata neoliberal. Es evidente que quería marcar, al igual que hizo Cristina Fernández, que su gobierno no iba a estar constituido por “loquitos” ni izquierdistas. Arce representa un gobierno de ajuste popular y equivale a Alberto Fernández: es el candidato presentable, visible. Además, refleja lo que el MAS ha estado haciendo todo este tiempo bajo el gobierno de Jeanine Añez.
Para entender qué significa la caída y el retorno de Evo Morales y Cristina Fernández y por qué las sociedades quedaron partidas 50/50, es necesario entender el proceso histórico real que representan. Hay que comprender el profundo proceso de desestructuración social, de reconstrucción capitalista que se produce en toda América Latina desde los años 70´hasta el día de hoy, que van configurando un proceso de concentración y centralización del capital que, después, deja menos empresas en menos manos. Así mismo, estas últimas instituciones emplean menos trabajadores para producir más, en un contexto en el cual buena parte de la producción industrial se desterritorializa, es decir, se van del país en cuestión. Y este doble proceso de desterritorialización de la producción, por un lado, y de aumento de la productividad por el otro, va dejando una sociedad partida a la mitad. De un lado, los que tienen el empleo real, los pagadores de impuestos, esa gente que responde a una economía real (el capitalismo que queda). Del otro lado, el resto es población sobrante, que, si bien sigue siendo capitalista, es gente que está afuera del proceso productivo y que tiene que ser mantenida por el Estado. Lo que estamos viendo actualmente es la agudización de esta fractura y el proceso de descomposición de las relaciones capitalistas.