No conozco mi propia interioridad, ya que yo mismo, al igual que mis colegas, padecemos de ansiedad, nos devoran los problemas, el insomnio, el tiempo que no nos alcanza para nada, apenas tenemos tiempo para nuestros seres queridos, vivimos contra reloj, siempre estamos ávidos de vacaciones pero en las que seguimos conectados al trabajo, no hacemos caso de los padecimientos de nuestro cuerpo, comemos de prisa, corremos para orinar y defecar, la presión externa nos agobia, la hemos hecho parte de nuestras vidas, no tenemos tiempo para estar con nuestra propia persona, para sentarnos un instante a respirar o para simplemente sentirnos a nosotros mismos. Por lo mismo nos es extraño dejar de correr, nos aterra la jubilación y el dejar de pertenecer al sistema social productivo, porque nos pondría al margen de la gente activa, pasaríamos al mundo de los inútiles, al de los que no están presionados, al limbo de la improductividad ociosa. Sentimos que perderíamos la razón al extraviarnos en el laberinto del no saber qué hacer con el tiempo de nuestra propia existencia.