Es curioso como la generación del jipismo ha terminado engullida por el sistema que tanto desearon cambiar.
Unos 50 años después de los bienintencionados eslóganes “paz y amor” o “juntos podemos cambiar el mundo”, tan sólo han quedado unas rancias etiquetas de superficie comercial que vestir, en forma de chapa, en la solapa de una chaqueta.
El final de los años ´60, y el principio de los ´70, fueron tiempos febriles de conciencia social y política; y raro -o retrógrado- era quien no tomara parte en la lucha activa por conseguir una ética global enfocada a un mundo sin guerras, alejado de la segregación racial, de la homofobia, de la desigualdad de clases y de género, del machismo o la conservación del medio ambiente. Lacras enfermizas, todas ellas, que han gobernado nuestro planeta desde el principio de los tiempos y que, en ningún caso, han sido erradicadas.
Uno de los activos más contundentes para la concienciación de estas realidades ha sido siempre la música. Una herramienta de poder y libertad que, además de recrear, educa; pero que ha terminado engullida, junto a las viejas soflamas jipis, por un sistema perverso que sigue ofreciéndonos la misma ponzoña, esta vez, sorprendentemente, más consentida por todos.
El grupo que sonará esta tarde es un ejemplo de aquella simbiosis entre música y conciencia social. Chicago Transit Authority (Chicago). “Nosotros, los jóvenes, podemos cambiar el Sistema”, alegaban en la carpeta de un disco suyo en 1971. Hoy descubriremos en qué quedó toda aquella energía juvenil…