El capítulo final sobre los socios del Club del ´72 nos trae a dos chicas: Judee Sil y Karen Dalton: Dos artistas estadounidenses cuyo talentos naturales reflejaron sus duras vidas y cuya música es el canto de cisne de quienes saben contar mucho con muy poco.

Para cerrar este ciclo, y como último miembro del club, repasaremos la obra de Howart Werth y la banda de folk-prog Audience.

Artistas especiales como botellas de vino caro que mecen las olas, de una isla a otra, en busca de algún suertudo avistador que sepa estar atento al mar.

1988 fue un año convulso. En Colombia, el cárter de la droga, dirigido por el psicótico y archifamoso Pablo Escobar, dinamitaba Medellín en un frenesí homicida. En Alemania, el Muro de Berlín caía mientras la Unión Soviética se desintegraba y la Guerra Fría con ella. Fue el año en el que los experimentos con la metadona comenzaron a dar frutos entre los heroinómanos y la ONU reconocía el estado palestino, al tiempo que EEUU elegía a Geroge W. Bush (padre) como presidente del país más poderoso y tenso del Mundo. Y mientras todo esto ocurría. En España se procesaba a los GAL, ETA secuestraba a Emiliano Revilla y Almodóvar recibía el Goya por "Mujeres al borde de un ataque de nervios". Pero esto no fue lo único que ocurrió en nuestro azaroso país, además, en una pequeña localidad de Alicante llamada San Vicente, un dibujante underground, de nombre Joaquín y de apellido Ladrón, vería censurada su exposición en el bar Gothic de aquel mismo municipio por motivos políticos. Aquella presentación se conoció con el nombre de: “Recuerdos de mi primera comunión y otros dibujos irreverentes”. Tras aquello, Ladrón fundó una banda: “El Ladrón y las serpientes de martes”. No por nada aquel año de 1989 también fue el año de la serpiente en el horóscopo chino.

A veces, la energía musical de algunos artistas coincide en el tipo de esencia que los hace especiales. Es por esto que muchas veces decimos que somos de tal o cual grupo, intuyendo que, a su vez, también compartimos el interés con otros de similar naturaleza. Es lo que llamamos: "el estilo personal". Esa sensación genera camaradería, empatía y, la mayor parte de las veces,una enorme simpatía hacia quienes comparten nuestros gustos musicales. Las vidas e historias de Nicky Hopkins, Jim Croce y Nick Drake, pese a no ser sencillas para sus protagonistas, se desarrollaron en marcos muy similares y tuvieron consecuencias muy parecidas. Hoy descubriremos qué tienen en común sus músicas para que unos, terminen por llevarnos a los otros como en una teoría de vasos comunicantes al estilo musical.

Reflexionando sobre el legendario club de los 27, caí en la cuenta de que es posible encajar a otros artistas en categorías igualmente inquietantes; pero algo más misteriosas.

En esta serie de programas vamos a conocer la historia de 6 músicos que compartieron un destino común. En este caso, no fue el de la edad de la muerte en el pico de su carrera, sino algo mucho más complejo y poético: David Ackles, Nick Drake, JimCroce, Peter Sinfield, Nicky Hopkins y JudeeSill, tuvieron varios nexos comunes: sus inusuales talentos, el fracaso artístico y, casi todos, un trágico final; pero lo más curioso es que todos compusieron su disco más aclamado en 1972. Una obra maestra ignorada en el momento de su publicación pero aclamada muchos años después.

Es por esto que, hoy, me complace presentaros esta extravagancia musical de cosecha propia: Bienvenidos al Club del ´72.

En la mitología griega, Sisifo, fue conocido por su falta de escrúpulos y especial astucia. Burló varias veces a la muerte y, debido a que reveló los secretos de los dioses, fue condenado por Zeus a empujar una piedra durante toda la eternidad. Su castigo, infame como pocos, inspiró a Albert Camus para idear la filosofía pesimista del absurdo. Una pensamiento que todos hemos experimentado alguna vez. “La vida no es más que una incoherencia, siendo todo lo que emprendemos, tan fútil, como el propio mundo que nos rodea”. Los paralelismos entre Sísifo y el artista que conoceremos esta tarde son muchos. Su talento le llevó a revelar los secretos de los dioses y, como castigo, sufrió la agonía del desprecio.

Kevin Ayers fue una eterna promesa que decidió que lo realmente importante de la vida era pescar, beber vino y hacer canciones sin más pretensiones que las que le dicatara su espíritu. Fue por esto que nunca encajó en la industria de la música siendo, sin embargo, un ejemplo vital imperecedero.

En palabras del filósofo Arthur Shopenhauer: La música no expresa un determinado goce, ni amargura, dolor, terror, júbilo, alegría o calma; la música solo expresa sentimientos; y es la única determinación capaz de superar las determinaciones. La música, es la preocupación por las cosas de la cultura, una preocupación que, sin embargo, no tiene por qué ser demasiado activa. Así que relajaos, acomodaos bien en vuestros sillones y preparaos para disfrutar de la gratificante pereza que provoca escuchar a Kevin Ayers.