Creer cuando es lógico no es fe. Tampoco cuando tengo todas las seguridades. Esta es una invitación de Dios para creer que nada es imposible para Él, que el Cielo nos espera y que si primero tengo fe, Él siempre actuará.

El hombre originario nos recuerda hoy que Dios es nuestro Padre y que podemos confiar en él. Conscientes de su bondad, el amor nos puede mover a cumplir su voluntad.

Se habla de lo único que puede saciar el hambre profunda que tenemos arraigada en nuestros corazones, de cómo será saciada perfectamente en el banquete de bodas del cielo, y de cómo se sacia en la Eucaristía y a través de la oración de corazón a corazón.

San Andrés nos invita a un seguimiento radical de Cristo, donde nuestras palabras se hagan carne creyendo en el corazón. Así, podremos ser mensajeros de esta riqueza que puede sanar y salvar a tantas personas.

Cristo viene a mostrarme nuevos caminos de alegría, fe, compasión y humildad para construir una nueva civilización: la del amor.

Comenzamos un caminar de oración, poniéndonos los lentes de la Teología del Cuerpo para interpretar la liturgia de cada día en Adviento. Hoy, hablaremos del sabernos amados y de prepararnos a la venida del Esposo.

Se habla de la Teología del Cuerpo y de cómo se puede aplicar a la soltería, especialmente a las mujeres profesionistas.

Una reflexión para profundizar en nuestra identidad más profunda a la luz del amor de Dios Padre descrito en la Sagrada Escritura.

Se trata aquí de ponerte delante de la mirada amorosa de Dios, y hacerte vulnerable, para convencerte de lo amado que eres a pesar de todo. Te recomiendo hacerlo en un rato de silencio, a solas con Dios, deseando hacer la experiencia de su amor.

Dejarnos ver tal cual somos, da miedo. Sin embargo, aquí se encuentra la clave para llegar a conocer a fondo y amar a fondo. En otras palabras, es la clave para lograr la buscada intimidad. ¿Sabes qué significaba para San Juan Pablo II esta palabra? ¡Escucha!