A veces tenemos que desprendernos de aquello que amamos por sernos leales a nosotros mismos. Pueden ser posesiones, cosas, personas, relaciones, familiares, mascotas, expectativas, lugares, trabajos y un etcétera infinito. Cuesta, y hay que pagar ese precio. Y lo prefiero, por sobre vivir algo que no me hace vibrar al 100.