Recuerdo el aspecto del raquítico brazo de mi padre alrededor de los hombros de Marta. El viaje de tres días el arranar y detenerse del tren, la negrura absoluta del vagón, el hedor, los agónicos empujados a una esquina lejana con todo y sus maletas. Sabíamos que el lugar al que iríamos sería todavía peor que Terezín. Apretada contra mi hermana, escucho ...............