Cada vez que comemos su cuerpo y bebemos su sangre, Cristo viene a morar con y en nosotros. Por eso, cuando muramos, el Cristo vivo dentro de nosotros nos levantará de los muertos: porque él no muere más, y porque su poder para resucitar sigue y seguirá intacto. En el sacramento de la Santa Cena Cristo nos provee pan, carne y un lugar adónde ir. Su propio pan, su propio cuerpo, su propia casa.