Los hermanos de José viven con la conciencia sobrecargada. Es tan grande el mal que han hecho, que a pesar de que ya han sido perdonados, no creen en el perdón, y temen represalias. Conocen el perdón; pero, de lejos, “de oídas”; no lo han experimentado realmente en sus vidas. Por eso, dudan, y se ven inmersos en una dinámica que oscila entre la confianza y la no-confianza, viviendo una incertidumbre que los ahoga diariamente. No pueden ver su propio estado con claridad, es más, en su modo de ser impío, en vez de luchar contra lo que los apremia, se rinden ante el mal, y terminando diciendo (a José): “aquí nos tienes, somos tus esclavos”.
A veces, es más fácil ver “más acá”. Pero, Dios quiere que veamos más allá, más allá del mal que gobierna el mundo, que nos somete a un sinfín de experiencias negativas. Y siempre quiere ayudarnos en ello. No quiere que vivamos como los hermanos de José, ahogándonos en lo que podría ser y no fue. Quiere que demos un paso hacia Él, y cortar las cadenas que nos hacen prisioneros de lo intrascendente, para que vivamos realmente libres.