En “Tránsito de las horas”, Álvaro de Campos, uno de los heterónimos de Fernando Pessoa, escenifica el drama de vivir en frente de la vida sin sentirse parte de ella, como si ella, la Vida, fuera otra cosa, y los hombres, siempre “otros” y la fraternidad, imposible.
El corazón del poeta, que es “un cofre que no se puede cerrar de tan lleno”, acumula todo lo vivido o soñado, un inventario extenso de sensaciones que nos transmite finalmente “ese desasosiego en el fondo de todas las copas”, un sentimiento de fracaso y soledad existencial. Como dice en “Tabaquería” el mismo heterónimo: “seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie de una pared sin puerta”.