Share Platicando con Jesús
Share to email
Share to Facebook
Share to X
By Misal. PCJ
The podcast currently has 120 episodes available.
Cristo con su doctrina ha proclamado la verdad fundamental del hombre, su libertad y su dignidad sobrenatural, por la gracia de la filiación divina. Cristo tiene «palabras de vida eterna» (Jn 6, 58), y nos ha dejado el encargo de transmitirlas a todas las generaciones hasta el fin de los tiempos. Cada cristiano debe ser testimonio de buena doctrina, testigo –no sólo con el ejemplo: también con la palabra– del mensaje evangélico.
Éste es el criado fiel y solícito a quien el Señor ha puesto al frente de su familia (Antífona de entrada. Lc 12, 42). Esta familia de la que se habla en la Antífona de entrada de la Misa es la Sagrada Familia de Nazaret, el tesoro de Dios en la tierra, que encomendó a san José, «el servidor fiel y prudente», que entregó su vida con alegría y sin medida para sacarla adelante.
La entrega plena de Cristo por nosotros, que culmina en el Calvario, constituye la llamada más apremiante a corresponder a su gran amor para cada uno de nosotros. En la Cruz, Jesús consumó la entrega plena a la voluntad del Padre y el amor por todos los hombres, por cada uno: «me amó y se entregó por mí»
El Señor se conmueve y derrocha sus gracias ante un corazón humilde. La soberbia es el mayor obstáculo que el hombre pone a la gracia divina. Y es el vicio capital más peligroso: se insinúa y tiende a infiltrarse hasta en las buenas obras, haciéndoles perder su condición y su mérito sobrenatural; su raíz está en lo más profundo del hombre (en el amor propio desordenado), y nada hay tan difícil de desarraigar e incluso de llegar a reconocer con claridad.
En el Evangelio de la Misa vemos a Jesús que cura a un endemoniado que era mudo (Lc 11, 14; Mt 9, 32-33). La enfermedad, un mal físico normalmente sin relación con el pecado, es un símbolo del estado en el que se encuentra el hombre pecador; espiritualmente es ciego, sordo, paralítico...
Es muy posible, que en la convivencia de todos los días, alguien nos ofenda, que se porte con nosotros de manera poco noble, que nos perjudique. Y esto, quizá de manera habitual. ¿Hasta siete veces he de perdonar? Es decir, ¿he de perdonar siempre? Conocemos la respuesta del Señor a Pedro, y a nosotros: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete». Es decir, siempre.
El Señor, después de un tiempo de predicación por las aldeas y ciudades de Galilea, vuelve a Nazaret, donde se había criado. Todos habían oído maravillas del hijo de María y esperaban ver cosas extraordinarias.
Muy bienaventurado fue José, asistido en su hora postrera por el mismo Señor y por su Madre... Vencedor de esta mortalidad, aureoladas sus sienes de luz, emigró a la Casa del Padre... (Liturgia de las horas, Himno Iste quem laeti).
Todos somos hijos de Dios y, «siendo hijos, somos también herederos» (Rm 8, 17). La herencia es un conjunto de bienes incalculables y de felicidad sin límites, que sólo en el Cielo alcanzará su plenitud y seguridad completa.
El Evangelio de la Misa de hoy (Mc 7, 31-37) nos comenta el asombro y entusiasmo de la multitud al presenciar atónita los milagros de Jesús: ‘bene omnia fecit’, todo lo ha hecho bien: los grandes prodigios, y las cosas menudas, cotidianas, que a nadie deslumbraron, pero que Cristo realizó con la plenitud de quien es ‘perfectus Deus, perfectus homo’: perfecto Dios y hombre perfecto (Símbolo Quicumque).
The podcast currently has 120 episodes available.