Ahora tal vez la muerte no sea una bella palabra.
Tus ojos negros me miran, se aferran suavemente
a un hilo de vida, al silencio de tus labios
en el que leo mi nombre pronunciado con amor y
una flecha de soledad disparada al mundo,
a esta hora de la tarde en que me encuentro
solo contigo y comprendo que el oxígeno,
el suero, las agujas rompiendo tus dulces venas
son también los días reunidos
en que paseábamos bajo los algarrobos frente
al Mercado Viejo, una manzana de sol dorando
la belleza de tus gentes/ Piura
Viento de la seis besa el corazón de Aníbal
como el besó la tierra caliente, llámalo
hacia la vida, recuérdale a las muchachas
cuerpo – cántaro de agua fresca, dile que tú
has superado todos los controles del hospital
haciendo el amor a enfermeras irascibles
y que ahora estás acariciando su cabello lacio
aunque él no pueda darse cuenta y duerma dominado
por l fiebre y la diabetes / ¿Cómo habrá pasado
la noche? En este último verso del poema
sé que parto al hospital y voy a reemplazar al viento.