Las temporadas que se viven podrían hacernos pensar que esas vivencias se tornan eternas, cuando la verdad, pronto se disiparon, al mostrar que se inician y se terminan, para luego retomarse, con los mismos actores o con otros diferentes. El tiempo no se detiene, no para ante cualquier circunstancias, complejo asumirlo, para quienes en medio de lo que viven, quisieran que se detuviera, para seguir disfrutando o procesando lo que se está enfrentando. La verdad es que no habrá tiempo para eso, simplemente se tendrá que avanzar, aprendiendo a lidiar con lo que dejo de ser, con lo que ya no está.
Hay una temporada para todo, un tiempo para cada actividad bajo el cielo.
Eclesiastés 3:1 NTV