Era 1997 cuando Martin Verfondern y su mujer, Margo Pool decidieron dejar sus trabajos en Holanda y dedicarse a la vida en el campo. Pero allí todo era muy caro, por lo que barajaron la opción de buscar un sitio recóndito donde les fuera fácil crear es lugar al que llamarían hogar y que estaría construido a base de su trabajo. Comenzaron la búsqueda por el sur de Europa para localizar el lugar perfecto donde iniciar esa Arcadia particular que tenían en mente. Su sueño de poder vivir en una aldea donde poder criar animales, llevar alguna clase de negocio de turismo rural y todo ello de forma sostenible y ecológica había comenzado.

En sus búsquedas fueron a parar a Petin, una pequeña localidad de Orense y allí, junto a una carretera había un cartel que ponía “Santa Eulalia”, Santoalla en gallego, una aldea casi fantasma donde solo vivía una familia en aquel momento.