En la primavera de 2010, los almacenes de Tepito, en el Barrio Bravo de la Ciudad de México, se llenaban con el producto de moda: las tabletas electrónicas. Eran el furor del momento, impulsadas por el lanzamiento en enero del famoso iPad.
Pero las tabletas que se vendían cerca del Eje 1 Norte no eran las que inventó Steve Jobs. Éstas eran menos potentes y menos ágiles, pero más baratas. Y, evidentemente, no venían de Estados Unidos. Dos íconos en sus empaques revelaban su origen: instrucciones en mandarín, que demostraban una manufactura hecha en China, y el sticker de un caballo sobre dos patas, que exhibían que su importación a México era un negocio de Los Zetas, específicamente de Heriberto Lazcano, el temible Z-3.
La asociación entre las mafias chinas y Los Zetas quedó asentado en múltiples reportes de agentes de la extinta Procuraduría General de la República, que por aquellos años se infiltraban en Tepito, como parte del esfuerzo del gobierno federal por cambiar las leyes y que, por fin, se persiguiera de oficio la piratería y se castigara hasta con seis años de prisión a quien la vendiera. Una misión que, evidentemente, fracasó tan pronto como nació.
Ese mismo año, 2010, pero un semestre más tarde, los agentes federales cambiaron todo que creían saber acerca de la piratería en la Ciudad de México. Tras unos meses de infiltración, supieron del nacimiento de un nuevo socio de las mafias chinas en la capital del país: La Unión Tepito, apenas creada en mayo de 2010, tras una reunión entre el viejo aliado de los Beltrán Leyva, Édgar Valdéz Villarreal, “La Barbie” y Francisco Javier Hernández Gómez, alias “Pancho Cayagua”, quienes aglutinarían a todo el crimen del Barrio Bravo bajo un mismo membrete para enfrentar el avance de los cárteles nacionales.
Eventualmente, La Unión Tepito logró su cometido. Expulsó a Los Zetas de la Ciudad de México, quemó las etiquetas de los caballos relinchando y se quedó con los socios en Asia. Y comenzó su transformación hacia una organización criminal millonaria gracias al apoyo de un grupo conocido en el barrio como “Los Marcopolos”, es decir, empresarios tepiteños que cruzan el mundo tres o cuatro veces al año para traer desde China y hasta México contenedores repletos de mercancía apócrifa y sin pagar impuestos.
Esa fayuca se convirtió en el modo de asegurar la base social de La Unión Tepito. De pronto, miles de comerciantes tuvieron acceso a un amplísimo catálogo, nunca antes visto, de ropa, calzado, electrónicos, perfumes, maquillaje que venía desde Asia y que el cártel les ofrecía a un precio más bajo. A cambio, había que demostrar lealtad al crimen chilango y pagar puntualmente el derecho de piso que hoy es exigido con plomo.
Así, La Unión Tepito innovó al usar las mismas rutas marítimas de la cocaína para mover todos sus productos de piratería. En un mismo contenedor pueden introducir al país metanfetaminas en forma de cristal con juguetes para Navidad o un arsenal de AK-47 junto a mascarillas contra las arrugas y protectores solares pirata.
Y desde hace cuatro años, los agentes federales han reaprendido, de nuevo, cómo es el negocio sucio de la fayuca en Ciudad de México, pues ahora, además de La Unión Tepito, han visto un crecimiento importante de células que se identifican como parte del Cártel Jalisco Nueva Generación, quienes son los nuevos socios de las mafias chingas-chilangas.
MVS Noticias supo, por una fuente de alto nivel, que el golpe dirigido a la Plaza Izazaga 89, en el corazón del Centro Histórico, forma parte de una serie de operativos para minar la capacidad financiera del cártel de las cuatro letras en la capital mexicana.
Gracias a operativos anteriores, el del 28 de noviembre, que terminó en la incautación de 262 mil productos, permitirá al gobierno federal solicitar la extinción de dominio del edificio de 16 pisos, es decir, arrebatar esa propiedad a sus dueños y que pase a los bienes del gobierno. De ese modo, el CJNG perdería un escaparate importante para sus negocios.
Al menos, nueve edificios donde albergaban los negocios del Cártel Jalisco Nueva Generación están en la mira de las autoridades. En seis de esos llegó a operar La Unión Tepito y, antes de ellos, Los Zetas. Y antes de ellos, la Familia Camarillo Salas, creadoras del fugaz Cártel de Tepito.
Administraciones pasan, y las mafias siguen. Veremos si un día, Izazaga 89 deja de ser recordada como Mexico Mart y se le ubica como la embajada de la piratería china donde el crimen organizado sucumbió, por fin, ante las leyes y protección de la propiedad intelectual.
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