Ese día, no eran militares… eran exGAFES al servicio del crimen, hombres entrenados por el Estado que ahora trabajaban para el narco.
Uniformes tácticos, formación perfecta, comandos móviles, armas largas y control total.
No hubo advertencia. Solo silencio, bloqueos y miedo.
La ciudad quedó congelada.
Los ciudadanos no sabían si obedecer… o correr.
Muchos creyeron que era una operación oficial.
No lo era.
Era una demostración de poder criminal ejecutada por desertores que conocían cada movimiento militar… porque alguna vez lo hicieron para el gobierno.
Ese día, Tijuana vivió en carne propia lo que pasa cuando el crimen se entrena con dinero del Estado.
Una ciudad paralizada.
Y una lección que nunca se olvidará:
los peores sicarios no nacen… se forman.