Ni son tan escasas como para llamarse raras ni, en realidad, son tierras. Sin embargo, se han convertido en el petróleo del siglo XXI, uno de los recursos naturales con mayor peso geopolítico, como se ha visto en las negociaciones sobre Ucrania. Cuando se descubrieron, se les denominó raras porque nunca antes se habían visto y tierras porque ese era el término geológico del siglo XVIII para los óxidos. En muchos casos, se encuentran en cantidades similares a las del cobre o el estaño en la corteza terrestre, pero nunca aparecen en concentraciones muy altas, suelen estar mezcladas entre sí, o con elementos radiactivos como el uranio, y son difíciles de separar. «Cuando se descubrieron, tenían pocas aplicaciones industriales; eran una curiosidad química. Son buenos semiconductores y tienen muchas propiedades como el neodimio, con el que se pueden fabricar imanes muy pequeños pero muy potentes. Esto los vuelve interesantes cuando comenzó a desarrollarse la industria electrónica; a partir de entonces, sus aplicaciones crecen», detalla Ester Boixereu, investigadora del Instituto Geológico y Minero de España (IGME).