Entre centroamericanos y dominicanos, constituimos un inmenso laboratorio de sistemas políticos diversos de 65 millones de habitantes que afrontamos significativos riesgos para sostener y mejorar la calidad de vida, en una zona de importantes regresiones democráticas.
De todas las piezas de este rompecabezas solo Costa Rica ostenta la condición de democracia plena. Panamá y República Dominicana son democracias defectuosas, en tanto Guatemala, Honduras y El Salvador son regímenes híbridos, este último en muy dudosa condición hacia la autocracia junto con Nicaragua.
Nuestras regresiones democráticas, lejos de llevarnos a la senda del desarrollo del siglo XXI nos retrotraen al siglo XX. Es decir, vivimos más en 1990 que en el 2025. Y ¿adónde se sitúan esas regresiones? Básicamente tenemos barreras para la participación electoral, desajustes importantes en el sistema de pesos y contrapesos, una peligrosa concentración de poder del Ejecutivo para arrinconar a los otros poderes y un claro deterioro en los cánones atinentes a la libertad de expresión.
Así se desprende del Sétimo Informe del Estado de la Región sobre democracia y autoritarismo en el que Nicaragua y El Salvador encabezan la lista de graves retrocesos. Guatemala y Honduras presentan algunos resultados positivos, pero insuficientes, en cuanto Costa Rica, Panamá y República Dominicana, no exentos de deterioros, ofrecen estabilidad relativa. Un dato alarmante: solo el 32% de los centroamericanos se identifica como demócrata pleno.
¿Cuáles son las claves para mejorar los sistemas políticos de la región? ¿Es posible derrotar el escepticismo rampante de la mayoría de esos 65 millones de seres humanos, cuando hay crecientes actitudes ambivalentes entre la democracia y el apoyo a líderes autoritarios?
Para abordar estas cuestiones conversaremos con Jorge Vargas Cullell, director del Estado de la Nación, programa del que emana también el Estado de la Región.