El último viaje de los Romanov fue una trágica odisea que tuvo lugar en el verano de 1918, después de que la familia imperial rusa fuera capturada y llevada a Ekaterimburgo por los bolcheviques durante la Revolución Rusa. A pesar de los intentos de los aliados occidentales de rescatarlos, los Romanov fueron ejecutados a manos de sus captores en la madrugada del 17 de julio. Sus cuerpos fueron arrojados a una mina abandonada y permanecieron allí durante años, hasta que finalmente fueron descubiertos y exhumados. La muerte de los Romanov puso fin a la dinastía Romanov y marcó un hito en la historia de Rusia y del mundo.

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