Aunque en nuestro país se practican únicamente 6 o 7 abortos terapéuticos al año; lo cual significa que es un procedimiento excepcional para casos muy calificados, la obsesión de grupos ultraconservadores y los intereses político electorales de turno, enarbolan la falsa bandera de la defensa de la vida, para dejar en estado de indefensión a mujeres que viven la dolorosa y traumática experiencia de tener un embarazo inviable.
Es precisamente por el objetivo de permanencia en el poder de sus correligionarios, que el propio presidente de la República dio a conocer que hizo un pacto con la Alianza Evangélica de Costa Rica y por ende sustituía la reglamentación de la norma técnica vigente por una nueva que, a criterio de los expertos, genera incertidumbre en el cuerpo médico dada su errática redacción con terminología y conceptos inventados.
El tema, como todo asunto sensible que divide opiniones y que constituye plato atractivo para desviar la atención de otros desafíos y prácticas irregulares, pone en dificultad a las organizaciones que protegen los Derechos Humanos y específicamente la salud de las mujeres: si lo abordan entran en el juego perverso de atizar la hoguera de la polarización electoral y si no, parecieran callar ante el retroceso de logros que ha costado mucho obtener en salud pública.
Al respecto conversamos con el médico especialista en bioética Alejandro Marín Mora.