De las palabras a los hechos. La guerra arancelaria, comercial, migratoria, territorial y hasta de seguridad nacional -desde la óptica del gobierno de los Estados Unidos- ha empezado ya. Y Colombia es el ejemplo vivo de esta cruzada.
El episodio, considerado como un verdadero huracán con repercusiones aún no superadas, ocurrió el domingo pasado cuando el mandatario colombiano Gustavo Petro decidió rechazar dos aviones militares que llevaban migrantes irregulares de vuelta a su país. La furia de Trump se desató y estuvo a punto de firmar la imposición de aranceles del 25% (y amenazó con elevarlos al 50%) al principal socio de Estados Unidos en Suramérica. Colombia entonces dio marcha atrás y la Casa Blanca calificó el hecho como una gran victoria.
Y lo es. Esta lección "ejemplarizante" no fue solo para Colombia sino para el resto del mundo, especialmente para cualquiera de los países que se atrevan a rechazar, o siquiera a poner en tela de duda, las políticas de la nueva administración estadounidense. Por eso, los castigos para Colombia están sobre el escritorio del Trump que deslizó claramente su mensaje: "el que la hace, la paga"
Si esto pasó con Colombia, considerado un aliado estratégico de Estados Unidos en el mundo, ¿qué pueden esperar otras naciones? El mandatario estadounidense está dispuesto incluso a invocar una norma especial de 1977 que nunca se ha puesto en práctica, la llamada Ley de Poderes Económicos en Emergencias Internacionales.
El mundo tiembla. La guerra nacionalista y expansionista de la nueva era Trump, ha comenzado.
El escenario de esa guerra derivaría en gravísimos daños (también para Estados Unidos) diferendos y tensiones que afectarían las cadenas de suministro, la producción, la seguridad alimentaria, los precios, la inflación y una actividad económica tan sensible como las remesas, entre otros.
Para ponerle foco a este tema conversamos con el economista Víctor Umaña.