Si existe un manual del nihilismo argentino, o tal vez del derrotismo existencial porteño, ese manual es el tango “Yira yira”, con música y letra del genial Enrique Santos Discépolo. Lo que pocos saben es que la letra fue producto de una gran depresión en su juventud, cuando debió ir a vivir a la casa de su hermano mayor, el famoso dramaturgo Armando Discépolo, porque literalmente no tenía ni fe ni yerba de ayer secándose al sol.
Idea y conducción: Carlos Polimeni – Producción: Fabiana García – Edición: Gonzalo Maria – Diseño de portada: Jazmín Guzmán

En la primera semana de abril de 1972, en una época de intensa conmoción política en la Argentina, la ciudad de Mendoza fue escenario de una inolvidable protesta popular contra el gobierno militar, luego de un anuncio de un aumento ¡del 300 %! en las tarifas de la energía eléctrica. Ese fue el germen de la letra de la canción "Hombres de hierro", de León Gieco, cuya música remite de inmediato a un himno de su admirado Bob Dylan.
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Hace casi medio siglo, una cantautora feminista española, de apellido desconocido para su público, logró un éxito imperecedero con una triste canción de amor. La cantante se llamaba Cecilia, pocos la recuerdan, pero en cambio parece imborrable la historia de su obra, en cuyo centro está una mujer casada con un hombre apático, cuya vida gira en torno a la espera de un regalo que ¿un desconocido? le manda una vez por año. La canción se llama "Un ramito de violetas".
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El propio autor, Roberto Cambaré, no sabía del todo bien al final de sus días en que año exactamente había compuesto su zamba “Angélica”, pero seguía estando seguro de que se trataba de una espina convertida en una flor. Es decir, en una historia de amor frustrado en la juventud que le disparó luego una canción famosa, cuya vigencia recorre más de sesenta años del folklore argentino. Una oda al rencor por un abandono convertido en uno de los grandes éxitos de festivales, luego de una recordada versión inicial de Horacio Guarany.Idea y conducción: Carlos Polimeni – Producción: Fabiana García – Edición: Gonzalo Maria – Diseño de portada: Jazmín Guzmán

¿Puede una plegaria religiosa estadounidense convertirse en un himno internacional de los derechos humanos, y de ahí saltar de época, idioma y país hasta convertirse en una parte de la banda de sonido del retorno de la democracia argentina? La respuesta de cajón es que eso es imposible, pero ocurrió ante las narices de esta sociedad, que metabolizó la letra de “Venceremos” sin que en general se sepa nada de su origen y su largo recorrido por el mundo.Idea y conducción: Carlos Polimeni – Producción: Fabiana García – Edición: Gonzalo Maria – Diseño de portada: Jazmín Guzmán

En el verano de 1976, los responsables artísticos de Cosquín le pidieron al cantor y compositor Daniel Toro un tema para un concurso de canciones inéditas, que estaba a punto de cerrar. Desde su casa de Salta, Toro llamó por teléfono a Buenos Aires al cantor y letrista Julio Fontana, silbándole una melodía que pedía una letra. Fontana le preguntó que cuánto tiempo tenía para escribirla. Toro le contestó 48 horas, “imposible”, respondió el autor. Sin embargo, de ese apuro nació en tiempo récord una obra inoxidable: la "Zamba para olvidarte"
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En 1956, Héctor Varela y su cantor Rodolfo Lesica, grabaron como tango una canción que se había popularizado en México, en una interpretación de la argentina Libertad Lamarque para una película que llevaba como título su nombre, “Historia de un amor”. “¡Qué tangazo!”, solían decir los radioescuchas de aquella era dorada de la radio, cuando la televisión era una chica recién llegada a la aldea de la comunicación de masas, en un país que además vivía una dictadura militar. Pero el tema no es un tangazo, sino un bolerazo, escrito un año antes por el autor panameño Carlos Almarán, contando una delicada historia familiar.Idea y conducción: Carlos Polimeni – Producción: Fabiana García – Edición: Gonzalo Maria – Diseño de portada: Jazmín Guzmán

A veces, hay canciones que pertenecen al repertorio de un artista extranjero que por procesos de apropiación que nadie decide se quedan a vivir en el ADN musical de otro país. Las canciones a veces, aunque tienen origen, se convierten en internacionales cuando tratan temas de la condición humana, que no varían demasiado de un lugar a otro. Lo que cambia son los recursos tecnológicos, no los sentimientos humanos. En la Argentina, desde que la interpretó al comenzar los años 80 la tucumana Mercedes Sosa eso pasó con "Años", del cubano Pablo Milanes.
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El rock argentino tuvo, en sus inicios, una compleja relación entre la rebeldía contestataria y cierto imaginario juvenil sesentista, claramente vinculado a la corta edad de muchos de sus pioneros. Algunos de sus clásicos, escuchados desde el futuro, que es hoy, revelan voces casi adolescentes, canciones como de niños influidos por las fábulas morales. Pero hay unos de sus grandes temas de esa etapa que es, en rigor, una canción para chicos de jardín de infantes. Ese tema es "El oso", de Moris.
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Cuando estamos enamorados, resulta normal que las grandes canciones de amor nos representen. Cuando estamos contrariados en el amor, es posible que las grandes canciones de desamor nos vengan como anillo al dedo. Al fin y al cabo, de esos dos estadíos, del amor y sus esperanzas, y del fracaso del amor y las desesperanzas, hablan miles y miles de canciones, en todos los idiomas y en todos los tiempos. Pero Chico Novarro inventó una canción diferente, una sobre las ganas. Es un hit sin fronteras y se llama "Algo contigo".
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