La historia del socialismo en España nos muestra, salvo alguna excepción, que es capaz de cualquier cosa con tal de alcanzar o mantenerse en el poder. Es cierto que nunca se había llegado al extremo actual, porque han desaparecido cualquier tipo de contrapesos dentro del partido. El poder de Sánchez es omnímodo y ha conseguido configurar una casta de profesionales de la política que no tienen otra alternativa, salvo excepciones, que establecer una ciega fidelidad al líder. Virginia Barcones es un ejemplo clarificador de los mercenarios que configuran el sanchismo como los Lópeces, Conde-Pumpido y sus Mariachis, Marlaska, los lobistas como Pepe Blanco, José Miguel Contreras y Javier Curtichs y tantos otros que han abandonado el socialismo para sumarse a esta evolución que copia miméticamente a la izquierda populista y radical iberoamericana. Estamos ante un auténtico ejército de fieles que ha colonizado la Administración para ponerla al servicio del inquilino de La Moncloa. Las subsecretarías, secretarías generales, direcciones generales y las empresas públicas y participadas se han llenado de estómagos agradecidos, como Barcones, que son recompensados con cargos, sueldos y privilegios que no tendrían si no hubieran sido colocados en el sector público. Nada que ver con lo que había sucedido en anteriores gobiernos de UCD, PP y PSOE.